4.13.2007
Dibujando en la terraza
El espejo de Blancanieves
Mi abuela Ana era una mujer muy cuidadosa de sus muebles. Todo en su casa tiene su funda, no nos dejaba parar en los barrotes del costadito de las sillas, y menos que menos, arruinar la mesa del comedor, que tanto le había costado comprarla.
La mesa no era gran cosa, aglomerado enchapado con fórmica, imitando madera, pero con el brillo que le sacaba el lustra muebles, sinceramente era muy linda.
Para que sus nietos no la rayaran (cuando comíamos, cuando jugábamos, o cuando simplemente nos apoyábamos), Ana la había cubierto, no solo con un mantel, sino que el sándwich protector se componía de: fieltro verde (parecía una mesa de juego), mantel para cuando venían las visitas, y hule plástico, para cuando la visitaban sus nietos. ¡Realmente estaba protegida la mesa! Rara vez se la veía desnuda de toda esa vestimenta.
Pero lo mas preciado para mi, era lo que guardaba bajo esos manteles. Cada vez que iba a la casa de mi abuela, el entretenimiento mayor se escondía bajo las capas: había papeles.
Papeles usados de regalo, papeles de panadería que no se habían manchado, papeles viejos que del otro lado eran lisitos, papeles de formulario continuo que ya no servían que mi tío traía del trabajo.
Ustedes se preguntaran, para que guardaba mi abuela tantos papeles debajo de los manteles… la respuesta es simple: para mí.
Ana sabía que cuando yo llegaba, lo que mas me gustaba era dibujar. (Es dibujar). Por eso recopilaba papeles de todas partes, pero que sirvieran para que yo pudiera dibujar cuando pasaba las tardes en su casa.
Otra cosa que tenía mi abuela, era una cartuchera de tela azul, en el último cajón del modular, llena de lápices de colores. Al lado de la cartuchera, había un hermoso espejo de mano, parecido a de la madrastra de blancanieves. Pero lo que mas me importaba era la cartuchera (bueno, un poco me miraba en el espejo, pero después cerraba el cajón para ponerme a dibujar).
Lo que si, tengo que confesar, es que nunca dibujaba sobre la mesa: lo hacia en el piso. ¿Porque había más espacio? No. ¿Para dibujar de panza al suelo? Tampoco. Es que imagínense que con tanto acolchado de manteles, la mina del lápiz, se clavaba en el papel, rompiéndolo.
De los recuerdos de mi infancia, este es uno de los que marcaron el comienzo de mi carrera de ilustradora de libros para chicos.
Creo que le voy a pedir a mi abuela que me regale el espejo de blancanieves…
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oooooo qué belleza....se me inundaron los ojos! gracias por compartirlo!!!!
ResponderBorrarAdoro los recuerdos de infancia y me encanta escuchar y leer relatos como este, hermoso... y cálido como tus trabajos...
ResponderBorrarQué bueno Valeria que hayas compartido esta historia acá en tu blog, me encantó. Me encanta cómo escribís (y por supuesto, coómo dibujás!!). Saludo...
ResponderBorrarPD: la foto!!! tiene esa "cosa" setentosa, sublime ja!
gracias chicos! lo escribí una vez para una revista de literatura que me pidio que contara algo de mi trabajo, y me parecio mas interesante contar una anecdota. che, Gustavo... la foto mas que setentosa, es ochentosa, no seas malo! que no soy tan vieja!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
ResponderBorrarGlup! Es cierto, la fotos es colores! ja ja!
ResponderBorrarQue lindo recuerdo...
ResponderBorrarA ver cuando vemos algún dibu de esa época, seguro que eras talentosa de pequeña!!
Un besoooo
Valeria que hermosa historia, cuanta sensibilidad!...y me sumo al pedido de zime, si es que te quedó algun dibu de chiquita...
ResponderBorrargracias chicas! si que tengo! mi mamá se encargó de guardar! (grande, ma!)ya postearé
ResponderBorrares asombroso ver como con gestos tan simples se puede influir tanto en una persona.
ResponderBorrarEse cariño con que tu abuela te guardaba esos tesoros se puede sentir en tu trabajo, y al observarlo es muy fácil imaginarte panza al piso, jugando con tus colores, en el mejor de los mundos...
Besos, gracias por compartirlo!
...que linda historia!!!!
ResponderBorrarLe agrego algo a ese recuerdo... Junto a la cartuchera y al espejo se encontraba una caramelera llena de caramelos de dulce de leche y coco...mmmmmmmmm!!!!!Qué rico!!!!, bueno, en realidad no eran tan ricos...pero nos gustaba cuando Ana la abria y nos ofrecía.
ResponderBorrarVero
Lástima que no salí en la foto...La del pullover verde soy yo.
ResponderBorrarBesos!!
¡Hermoso relato, Valeria!
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